Tras un extenuante viaje de 7 horas desde Alicante, llegamos a las 22:00 con nuestros dos hijos y nuestro perro a este alojamiento, solo para encontrarnos con la ausencia total de personal. La única respuesta a nuestra llamada telefónica fue la indicación de "ir acomodándonos en la choza" sin más guía. En la penumbra y con la amenaza de lluvia, localizamos la supuesta choza asignada, Tras 15 minutos de espera en la calle, volvimos a llamar para obtener información sobre la tardanza. La respuesta fue que la llave "estaba fuera, en la puerta", pero allí no había nada. Nos informaron entonces de que una tal Rocío se acercaría a ayudarnos. En ese momento, la lluvia comenzó a caer. Allí estábamos, destrozados por el viaje, con niños necesitando un baño urgentemente, bajo una lluvia que rápidamente se intensificó. Observamos que una choza cercana sí tenía una llave en la puerta, lo que nos llevó a pensar que quizás nos habíamos equivocado de alojamiento. Entramos en esa cabaña, que resultó estar vacía y ser muy pequeña, por lo que decidimos esperar de pie, sin tocar nada, a la llegada de Rocío. Finalmente, tras otros 15 minutos de espera bajo la lluvia torrencial, Rocío llegó en coche. Su explicación: estaba celebrando una comunión. Lo que siguió fue aún más sorprendente e inaceptable. En lugar de disculparse o ayudarnos, Rocío comenzó a gritarnos, preguntando por qué nos habíamos metido en la otra choza, afirmando que había una familia allí. Intentamos razonar con ella, pero su aparente estado de embriaguez lo hizo imposible. Continuó gritándonos y nos dijo que no tenía ni idea de dónde estaba la llave de nuestra choza. Todo esto ocurría bajo la lluvia torrencial, mientras ella se protegía con un paraguas. Mi marido intentó calmar la situación, estábamos exhaustos, pero Rocío nos dio la espalda gritando, nos instó a cancelar la reserva y se marchó. Estupefactos, recogimos nuestras pertenencias y a los niños, dirigiéndonos al coche sin saber qué hacer. En ese momento, Rocío regresó para informarnos que los otros clientes se habían metido en *nuestra* choza y, con una total falta de empatía, nos ofreció quedarnos en la cabaña que inicialmente encontramos vacía. No hubo ni una disculpa, ni una muestra de comprensión. Cuando le manifesté mi indignación por el trato recibido, su respuesta fue escalofriante: "soy una mandada, habla con mi jefe". Evidentemente, después de semejante trato vejatorio y ante la imposibilidad de quedarnos en un lugar que demostró tal falta de profesionalismo y consideración, nos vimos obligados a continuar nuestro viaje hasta Portugal, nuestro lugar de residencia, en un estado de agotamiento e incertidumbre. La negligencia y la absoluta falta de profesionalismo de este alojamiento son alarmantes. Si valoran su bienestar y el de su familia, especialmente si viajan con niños y mascotas, les insto encarecidamente a buscar otro lugar. Esta no fue solo una mala gestión, fue una experiencia humillante e inaceptable que puso en riesgo n
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