La estancia en el Unity Hammarby Sjöstad de Estocolmo ha resultado ser una pesadilla. Lo único bueno de la estancia fue cuando abandoné el establecimiento tras hacer el check-out. ¡Nunca más! No se dejen asombrar por las fotografías oficiales que puedan ver publicadas de este Unity. Entras en la habitación el primer día y ya encuentras polvo en la habitación. Por cierto, la estancia solo ventila por una pequeña ventana de difícil acceso al lado de la cama, a la que solo puedes subir por un lado. Solo puedes abrir la ventana subiéndote a dicha cama, lo cual es peligroso especialmente si tienes problemas de movilidad o eres una persona mayor, pues la cama está alta además. Para más inri, no limpian la habitación en ocho días, y en ocho días no cambian las toallas, que son pequeñas y de pésima calidad. De todo esto no te informa la reserva que haces en Booking, ni tampoco el personal del Unity cuando llegas y haces el check-in. La suciedad se acumula en la habitación con el paso de los días y hasta aparecen bichos, voladores y no voladores. Hay suciedad hasta en el horno, que ya es el colmo. No recogen la basura, ni te dan bolsas de basura de repuesto para usar. Con el papel higiénico ocurre igual: se acaba y te tienes que espabilar, porque solo te encuentras al llegar dos rollos (uno ya empezado, por cierto). Hablas con la mujer de la limpieza para que por lo menos entre y te barra el suelo, y no lo hace. Hablas con recepción y te sueltan que son las normas del Unity, de lo cual te enteras en ese justo momento. El desayuno es pobre y tienes que tomar, sí o sí, lo siguiente: bocadillo de pan mal cocido, tres o cuatro trozos de melón/piña (no más), un yogur y un dulce. Nada más, no puedes repetir. Si tomas un segundo dulce, como me pasó, una empleada llamada Cecilia te pide de manera autoritaria que se lo devuelvas. El zumo de naranja se acaba antes de las 9.30 horas de la mañana. Entonces Cecilia echa en el dispensador un litro más de zumo y lógicamente van tres personas y se vuelve a agotar; así hasta el día siguiente. Hablando de Cecilia (habla español, es morena, de pelo rizado recogido en una coleta y con gafas), el último día de mi estancia ella estaba al lado de su compañero que me hizo el check-out. Cuando me vio se puso al otro extremo del mostrador a mirar el móvil porque era perfecta conocedora de lo disgustado que estaba. El chico me preguntó que qué tal la estancia y yo le respondí que había sido una decepción, un desastre, y que Cecilia podía explicarle los motivos, pues mi inglés no es fluido. Él se limitó a decir que no hablaba español y Cecilia, en lugar de acerc**** a echarnos una mano, le habló en sueco para que no me enterara de nada, salió del Unity y desde la ventana vi cómo montó en un patinete y huyó disparada calle abajo. Puede que acabara su turno (porque eran las 7 de la mañana), pero cuando se tiene un mínimo de profesionalidad y otro mínimo de buena fe te quedas a colaborar y a ayudar a los clientes que te pagan el sueldo
Parfait
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